viernes, 30 de julio de 2021

ANTONIO CASTELLOTE: ESCRITOR TUROLENSE (II)

 

Pese a la ingente cantidad de obras que se publican y distribuyen por doquier, resulta complicado encontrar un lugar a algunos autores más allá del mainstream narrativo actual. Existen unas líneas temáticas y argumentales muy trilladas y explotadas –no solo la novela histórica, por supuesto- que son las que en estos momentos aglutinan el grueso de la narrativa que se publica en España. Lo que queda al margen puede encontrar su lugar (con suerte) en pequeñas editoriales o servicios de publicaciones municipales o autonómicos, sin que por ello se les asegure una distribución adecuada ni unos mínimos de calidad. Y ese es uno de los problemas con los que se encuentra la narrativa de Antonio Castellote. En el variado y confuso panorama literario actual, la narrativa de Castellote es una excepción, alejada de los vaivenes del mercado y sin caer en las modas más recientes, agostadas de tanta novela que repite los mismos clichés. Su obra narrativa está en diálogo con la gran literatura europea y norteamericana, sobre todo la del siglo XIX, y muestra el poso de un novelista que ha leído y asimilado también a los clásicos, que sabe construir y mantener una trama, sin la artificiosidad y discontinuidad narrativa que caracteriza a parte de la más reciente novela española. El hecho de que no sea subversivo, radical, ni cree argumentos en los que tenga más peso la hibridación de lenguajes o la metaliteratura, tal vez lo alejen del circuito comercial más conocido. Pero la publicación de cinco folletines durante los correspondientes veranos, la perfección formal que alcanza en ellos, con sus correspondientes recreaciones históricas que recorren todo el siglo XIX y comienzos del XX es algo más que un hecho aislado o un pasatiempo veraniego. Es posiblemente la constatación de que se puede hacer una novela de ambientación local con proyección universal, ya que no cae en el provincianismo ni en los localismos más tópicos, sino que a partir de esa localización crea argumentos e historias de mayor alcance. Además, la inmensa labor de documentación, pues recorre gran parte de la historia de Teruel desde el siglo XIX hasta nuestros días, emplea un lenguaje adaptado al tiempo de la narración, en un esfuerzo por ofrecer, a través del relato, fragmentos de la vida del momento. Sus historias son verosímiles y están dotadas de credibilidad, con un estilo y una preocupación por el lenguaje que se refleja en los giros y los términos con los que las narra. Su narrativa requiere de un lector atento, que sepa extraer sus propias conclusiones y que no solo busque un mero entretenimiento.

Un repóquer de novelas

Las cinco novelas son folletines por la forma de publicación, pero escapan de los tópicos y características con las que se suele asociar al género desde comienzos del siglo XIX, aunque haya algunos guiños, como el final de La enfermedad sospechosa. Es una forma de publicación que responde a un encargo –un contrato formal, pero también un entretenimiento, como reconocen Antonio y Juan Carlos- y que ha de cumplir unos requisitos (en este caso que tuvieran ambientación en Teruel) y se ajustaran a la parte central de un periódico, es decir, que cada entrega tuviera una extensión similar. Para Antonio Castellote, el folletín es una forma que es juzgada en muchas ocasiones por lectores y críticos solo por los tópicos y no por la técnica narrativa que hay detrás, como si pesasen más los primeros que el oficio que subyace en su composición.

Aunque el grueso de la escritura de los folletines se abordaba en verano, el proceso de creación comenzaba antes, con la recopilación de la información y datos y, más adelante, se comenzaba a pergeñar la historia, hasta que ya en el mes de julio –un mes antes de la publicación en el diario- se iban perfilando los capítulos. Se trataba de un trabajo que requería de muchas horas y dedicación, pues prácticamente se escribía un capítulo por día. Existía por tanto una presión sobre la escritura, por cuanto los plazos tenían que cumplirse y la periodicidad de las entregas marcaba un ritmo de trabajo continuo.

Cuando comenzó la composición de los folletines la idea fue escribir sobre diversos lugares de la provincia, aunque conforme avanzaba la escritura, la narración derivó en una novela de ambientación histórica para la primera colaboración (Fabricación británica. Folletín romántico del Maestrazgo) y, luego, en las posteriores, se pierde en cierto modo ese componente descriptivo con el que se narran las aventuras de Charles Lamb, protagonista del primer folletín, en el Maestrazgo. 

Algunos de los elementos temáticos y formales más destacados posteriormente en los folletines aparecen ya en la primera obra de Antonio Castellote, Modelo sin dolor (2000), una larga novela de casi 500 páginas que no se ha llegado a publicar y que se encuentra disponible en el blog del escritor. En ella se narra la historia en primera persona a través de Güino, un bedel y modelo de la Escuela de Arte de Madrid, separado de su mujer Remedios y con una hija en común, Violeta. En algunos breves fragmentos se emplea la segunda persona del singular que alterna entre Güino, su hija Violeta y, justo al final, a través de un podenco que Güino adopta. En ocasiones, el narrador se refiere a su relato como si formara parte de un diario, técnica que el narrador-protagonista de Fabricación británica, Charles Lamb, emplea también para referirse a sus memorias y las de su compañero de viaje Lewis G

Varios de los temas, ideas o personajes que aparecen en esta primera novela volverán a estar presentes en los folletines publicados entre 2005 y 2009, sobre todo en Los ojos del río (2006), cuyo argumento y personajes están sacados de esta primera obra. Así, la historia de Rosita, la compañera de trabajo de Güino y madre soltera de Lurdes, es la misma que unos años más tarde se desarrollará con Barbarita y su hija Lourdes en el segundo de los folletines. Entre ambas novelas se incluyen pasajes y motivos comunes, como el episodio de unas oposiciones fallidas, el affaire amoroso de la madre con un hombre de buena posición social (un juez y un catedrático, respectivamente) y alusiones a varios lugares comunes de la narrativa de Antonio Castellote. Aquí aparece también el personaje de Sebastián, que trata de ayudar a la hija de Rosita, tal y como su tocayo hará en el folletín de 2006; está también la ambientación de parte de la novela en Pomona (Teruel) y que simbólicamente puede entenderse como el descubrimiento de la ciudad como lugar narrativo para Antonio Castellote, en el que se localizará buena parte de la acción de los folletines.

Así, con respecto a la serie de folletines posteriores, encontramos las referencias a los clásicos (los veremos, sobre todo, en La enfermedad sospechosa); la aparición de una cámara de fotos Leica y la lectura de los novelistas rusos, la historia de Jan, el chico polaco, tan parecido a Kolia o el episodio del conejo desollado (Otoño ruso, 2008); el personaje literario de Charles Lamb Jr., autor de Fabricación británica (Made in England), que es como Güino quiere titular una serie de ilustraciones para su hija, y que reaparecerá como personaje principal y narrador en la obra homónima y primer folletín de la serie en 2005; las menciones a Pau Monguió y el modernismo en la ciudad de Pomona, los vaciados de escayola (Una flor de hierro)… Al mismo tiempo, no se ha de olvidar la precisión en los registros idiomáticos de los personajes, la querencia por el diálogo como modo de presentación de los personajes –sobre todo en la segunda parte de la novela- y otros elementos que irán apareciendo y configurando la narrativa de Castellote. No se trata de hacer un catálogo de tópicos y temas de esta primera novela, pero esta obra, apenas conocida por el público, resulta de suma importancia para comprender la evolución de la narrativa de Castellote, no tanto por los temas o alusiones señalados, sino porque, muy posiblemente consolida un tono y un modo narrativo que será luego el de los dos primeros

En el primero de los folletines, Fabricación británica. Folletín romántico por entregas (2005), Castellote se sirve de un episodio real e histórico –la existencia y presencia del reportero Lewis Gruneisen por el Maestrazgo turolense durante la Primera Guerra Carlista- y de una parte de ficción, que se centra en la historia de su reportero gráfico, Charles Lamb, que es quien narra la historia con posterioridad a lo acontecido. Con este personaje, homónimo del escritor británico autor de los conocidos Cuentos basados en el teatro de Shakespeare o sus celebérrimos Essays of Elia, Castellote rinde homenaje a un escritor que trató temas relativos a la vida cotidiana desde un prisma poético. Otra influencia visible son las narraciones de los viajeros extranjeros por España, como George Borrow quien estuvo entre 1836 y 1840 y cuya experiencia quedó reflejada en La Biblia en España (1842), interesante por su glosario de términos caló y muy útil para algunos pasajes de la novela de Castellote y para la caracterización del personaje de Manuela.

Este folletín es la historia también de un viaje personal y de crecimiento de un personaje, Charles Lamb, de cuya evolución y aprendizaje (al modo de una bildungsroman) somos testigos a lo largo de la narración. De un joven algo snob y cínico –un poco como Gruneisen, que queda algo oscurecido en la narración-, pasamos a un reportero gráfico convertido en pintor, que ama las cosas sencillas y cercanas, que es consciente de sus defectos y de sus escasas virtudes, pero capaz de querer a los demás y ser bueno. De Gruneisen, presentado en una taberna en vez de en la redacción del periódico, para sorpresa de Lamb, se ha de recordar sus Sketches of Spain and the Spaniards during the Carlist Civil War (1874), que también sirven de apoyo documental a Lamb para su narración. Por otro lado, todos los ropajes descriptivos de la provincia de Teruel que hacían algo morosas algunas partes de la novela irán despojándose en futuros folletines; sin embargo, en Fabricación británica, esa carga la novela la lleva con soltura y sabe salir airosa. Pensemos también que el relato de Lamb, de carácter retrospectivo –cuarenta años después de lo narrado- puede estar dirigido a un público británico, por lo que la profusión descriptiva encuentra mayor espacio y justificación. Como curiosidad, en esa contemplación del paisaje se puede citar el descubrimiento de las “palomitas” (unos restos fósiles con forma de paloma en vuelo), que tanta importancia tendrán en el folletín posterior (Los ojos del río). Lamb alude a su amigo, el doctor Lyell, un eminente geólogo del siglo XIX, quien comentó la riqueza en fósiles de España (también los fósiles y la geología son habituales en la novelística de Castellote).

En este primer folletín aparecen también por primera vez los caballos percherones, que se convertirán en una presencia casi constante en el resto de novelas, y que adquirirán, a través del caballo Severino (Caballos de labor) un lugar especial. Aparece fray Bernardino, un franciscano que volverá a asomar con el nombre de Silvestre en La enfermedad sospechosa y está también Miguel, tal vez un antecedente del Martín de Caballos de labor, un personaje apegado a su tierra, el Maestrazgo, diestro en tareas con la madera, sincero y cabal, un héroe discreto y abnegado. En el último capítulo de la novela conocemos un poco más a Florence, la esposa de Lamb, una mujer con una personalidad que solo podemos ver en el final del folletín, un antecedente de otros personajes femeninos como Barbarita (Los ojos del río), Roser (Una flor de hierro), Tatiana (Otoño ruso) o Amparín (La enfermedad sospechosa), muchos de ellos precedidos, en cierto modo, por Rosita (Modelo sin dolor): mujeres resueltas, directas, que luchan y pelean por lo suyo y que, en varios de estos ejemplos, están por encima de lo que se espera de ellas.

Con Los ojos del río (2006), narrada en primera persona del singular a través de Balbino, un guarda fluvial a punto de jubilarse, Castellote retoma gran parte de los temas y argumentos de Modelo sin dolor. Destaca sobre todo la fidelidad lingüística del personaje de Balbino, que permite articular una voz narrativa creíble y verosímil que lleva al lector por los paisajes nevados de la Sierra de Albarracín o entre las tumultuosas fiestas con motivo de las bodas de Diego e Isabel. Está también la presencia del caballo percherón de Balbino, la asunción de la imposibilidad de las utopías (a través del personaje Sebastián y su robinsonismo algo trasnochado –pese a que evolucionará-, quien ya había aparecido en la novela de 2000). Es tal vez una novela más fría, más desilusionada en su descripción de Teruel y su vida –visible, por ejemplo, en las críticas a los últimos desatinos urbanísticos-, con personajes negativos como Simón Pedralba, presentado como un fantoche al estilo del Ramón Cabrera de la novela anterior. Por otro lado, en esta novela también se anuncian algunos de los temas que irán apareciendo en posteriores folletines, como la introducción al mundo de lo ruso, las alusiones a Monguió… Junto a Balbino destaca el inicialmente bisoño Sebastián, que también irá creciendo como personaje y madurando, hasta aceptar las cosas como vienen dadas. Además, es posible ver una relación de admiración por parte de Sebastián hacia Balbino, su mentor, quien siempre está aprendiendo nuevas cosas con él y despojándose de sus prejuicios de urbanita, cada vez más adaptado al medio. Y este último aspecto es una constante en los finales de las novelas de Antonio Castellote, por cuanto los protagonistas (aunque en este caso Sebastián no sea el principal) terminan por aceptar su condición, no luchan contra las circunstancias y se adaptan al medio. También con Balbino observaremos esta misma asunción de la realidad, algo visible desde Modelo sin dolor hasta Caballos de labor. El percherón de la novela adquiere su protagonismo en el capítulo “Los toros en invierno”, título homónimo al del relato publicado en 2010 y escrito tras este folletín, en el que abandonará la primera persona del singular para el narrador y adoptará la tercera, con un narrador omnisciente, que será el que caracterizará el resto de s

Una flor de hierro. Folletín modernista por entregas (2007) es el tercero de los folletines publicados en Diario de Teruel y supone una vuelta a una ambientación pretérita (en este caso el Teruel de comienzos del siglo XX), tras situar su anterior novela en el presente. Se produce un giro significativo en el modo de narrar, pues ahora Castellote emplea un narrador omnisciente y, al mismo tiempo, dota a su relato de “pedrería modernista”, con giros, expresiones y un tempo narrativo que remite a la novela finisecular y que confirma la versatilidad de nuestro autor hacia distintas formas narrativas y estilos. Por otro lado, la linealidad de los dos primeros folletines y la estructura que ambos presentaban cambia con esta tercera novela, más compleja en su estructura y en sus modos narrativos.

Ahora la acción se sitúa en tierras del Jiloca (las minas de hierro de Ojos Negros) y en Teruel, en un momento artístico y cultural sobresaliente para la ciudad, con los talleres y las forjas produciendo útiles y bellos objetos de hierro y con Pau Monguió de vuelta por Teruel tras su estadía en tierras tarraconenses. Donde quizás se ve mejor el dominio de la técnica y la maestría que alcanza Antonio Castellote es, posiblemente, en los episodios que narran el vaciado de escayola (que ya había aparecido en Modelo sin dolor) y en aquellos que muestran a través de estilo indirecto libre las délusions de grandeur de Guillermina, algo neurasténica, que ve el mundo a través de las novelas francesas que lee, su anhelado mundo refinado y exquisito, que contrastará con el de los obreros que trabajan en la ciudad. Hasta ahora habíamos visto que el narrador omnisciente dejaba paso en contadas ocasiones a monólogos interiores de algunos personajes pero, en general, predominaba la narración en tercera persona; la variedad narrativa también incluye un cronista de un periódico local, en un episodio que supone un interludio cómico, en un cambio de narrador, perspectiva y tono (capítulo 17, “Cajas destempladas”). Y no hay que olvidarse de otros personajes como Roser, una mujer de rompe y rasga, con el pelo a lo garçon, o el niño Raimón, descrito con ternura y compasión, junto con otros personajes que formaron parte de la historia del Teruel de comienzos del pasado siglo. Es, posiblemente, la novela bisagra –junto con el relato Los toros en invierno, también de 2007- de la narrativa de Antonio Castellote, la que marca un cambio más importante y la que muestra la destreza del autor en diversos modos y técnicas narrativas.

Otoño ruso (2008) sirve para cerrar el ciclo de las estaciones al que alguna vez ha aludido nuestro autor con respecto a sus folletines. Continúa con un narrador omnisciente, pese a que al principio iba a estar narrada en primera persona a través de una adolescente. Con este cuarto folletín se efectúa una vuelta al presente, al Teruel más tradicional y conservador, en una narración plena de fluidez y libertad estructural, que toca temas que ya habían aparecido anteriormente, como la Guerra Civil en Teruel y provincia, la literatura rusa, que flota en el ambiente y cuya influencia va más allá de las alusiones a los nombres de algunos personajes. Tal vez sea una novela más tranquila, serena y sosegada con respecto a la anterior y da la sensación de que con ella se cierra un ciclo. En cuanto a la ambientación, puede ser vista con un costumbrismo casi antropológico de las costumbres y gentes de Teruel, pero es un costumbrismo verosímil, no como algo tópico, sino como algo que el lector se cree.

En esta novela, los temas y motivos que han ido jalonando la novelística de Castellote vuelven a aparecer con fuerza, aunque tal vez sean los fragmentos dedicados a la familia rusa que vive cerca de Alfambra los más logrados, junto con la creación de los personajes femeninos, como Matilde y Tatiana, siempre superiores a los masculinos, con más aristas, complejidades y dudas. Es también una novela que se cierra de manera circular, volviendo, como es habitual en este autor, sobre la idea de que hay que asumir las cosas como vienen. Esta adaptación al medio y a las circunstancias será todavía más clara en el último de los folletines, que cierra también, creemos, un ciclo novelístico para Antonio Castellote.

La enfermedad sospechosa. Folletín naturalista por entregas (2009) es un folletín lleno de datos históricos y reales, ambientado en Teruel en 1885, durante la epidemia de cólera (también llamada “morbo asiático”) que asoló parte del Levante y zonas limítrofes y que en la provincia de Teruel dejó más de 5000 muertos. Es una novela poblada de personajes que existieron y a los que no se les cambió el nombre, aunque sí se inventaron aspectos biográficos sobre alguno de ellos, como el doctor Aurelio Benito, redactor del periódico El Ferrocarril. Muchos son personas ligadas a la historia reciente de Teruel, como en el caso del botánico Loscos (que falleció al año siguiente debido a esta epidemia y que dejó inconclusa su gran obra de un Herbario Nacional, confeccionado desde su agencia de Castelserás), el novelista Polo y Peyrolón (que aparece en un episodio algo cómico-satírico), el abogado Muñoz Nogués o las hermanas Blanca y Clotilde Catalán de Ocón (botánica y naturalista respectivamente). La aparición de la enfermedad, la crónica detallada y pormenorizada del año 1885 en la ciudad de Teruel son descritas en el primer capítulo de la novela, que sirve como introducción histórica y social para el lector, que conoce así los datos y la ambientación de la historia.

Comparte esta novela con la anterior el tono circular de la narración, con la carta de Loscos que lleva guardada en su bolsillo Ramón Vargas, el heroico maestro protagonista de la novela. De nuevo nos encontramos con un narrador omnisciente, con escenas, como la descripción del hogar del maestro o de la enfermedad y agonía de la joven Encarnita que responden a la más inveterada tradición del movimiento naturalista. Está presente el determinismo biológico, cierta delectación en describir aspectos desagradables de algunos lugares y personas (como la visita médica del comienzo), aunque la narración no está tampoco exenta de algunos toques de humor negro, como el episodio en el que Ramón consigue libros y que muestra las duras condiciones de vida de un maestro que se atreve a hablar de Darwin en sus clases.

Quizás, junto a la mejor dupla de personajes masculinos de la narrativa de Castellote (Ramón Vargas y Aurelio Benito), destaca sobremanera, en especial hasta la mitad de la narración, el personaje de Amparín, la hija del doctor, que quiere ser una mujer de acción, que toma sus propias decisiones, como unirse a Ramón Vargas, en vez del “apareamiento lógico” que quiere su madre con uno de los hijos de la burguesía turolense y que tal vez obedezca (esta unión) a una cuestión meramente patrimonial. Frente a ella y los dos protagonistas a los que antes aludíamos están los personajes negativos, como el hijo del doctor Benito, Julio, prototipo de personaje de folletín. Como en las demás novelas siempre hay un personaje que ha de sufrir o perder más que los otros; en este caso es Julio, aunque su exilio final esté más que justificado por la ignominia que ha cometido con su familia. La adaptación final de los personajes, su aceptación de lo que les ha deparado la vida desemboca en tranquilidad y armonía, como sucede en la narrativa de Antonio Castellote.


 A modo de conclusión

Los folletines publicados en Diario de Teruel por Antonio Castellote entre 2005 y 2009 constituyen un caso singular dentro del panorama literario actual, aunque su difusión haya tenido un marcado carácter local. Resulta interesante ver cómo a través de la escritura de estas cinco novelas se recrea la vida de una ciudad y una provincia con rigor y precisión históricas, en diversos momentos y tiempos, con un, creemos, profundo amor –no exento de crítica- hacia Teruel.

Antonio Castellote emplea un formato literario –el del folletín- como forma de publicación tradicional, al tiempo que para su posterior conservación y difusión utiliza un nuevo soporte digital, como es el blog. La particularidad de estas cinco novelas no solo radica en el hecho de que los haya publicado un pequeño periódico de provincias para algo más que “llenar los huecos informativos” del verano. Supone también la posibilidad de descubrir a un autor que ya era conocido por los lectores por sus artículos de crítica literaria y cultura, que demuestra su savoir faire narrativo en conjunción con Juan Carlos Navarro, su habitual ilustrador, excelso conocedor de la historia de Teruel, en una dupla que ha trabajado de manera conjunta durante muchos años en diversas actividades.

Cuando hablamos de los folletines de Antonio Castellote conviene hacerlo con el asombro y reconocimiento hacia una obra dotada, a nuestro juicio, de una alta calidad literaria, diferente a gran parte de lo que se publica en la actualidad y que tal vez por ello encuentra difícil acomodo en las líneas o temáticas que marcan las editoriales. Además, la localización en Teruel o su provincia puede ser un obstáculo más para la difusión de sus novelas, si bien es cierto que las historias que cuenta pueden extrapolarse a cualquier lugar, y buena prueba de ello son los lectores que han descubierto su obra desde sitios bien lejanos a Teruel gracias a la publicación en el blog de las novelas. Antonio Castellote logró, con los folletines, adaptarse a una forma de publicación que exigía unas determinadas características, en un oficio de escritor que requería de una gran dosis de conocimiento y habilidad narrativas para no caer en el tópico y lo sencillo, para mantenerse por encima de ello, como un funambulista sobre un fino alambre.


Escrito en Sólo Digital Turia por PEDRO MORENO PÉREZ 

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·  Los ojos del río. Teruel, Diario de Teruel, agosto de 2006.

· Una flor de hierro. Folletín modernista por entregas. Teruel, Diario de Teruel, agosto de 2007.

·  Otoño ruso. Teruel, Diario de Teruel, agosto de 2008.

·  La enfermedad sospechosa. Folletín naturalista por entregas. Teruel, Diario de Teruel, agosto de 2009.

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domingo, 25 de julio de 2021

ANTONIO CASTELLOTE: Escritor turolense (1)



Antonio Castellote publicó en Diario de Teruel cinco folletines durante los correspondientes veranos, recuperando así una forma narrativa que había gozado del aprecio de los lectores al tiempo que un cierto desdén de la crítica, recelosa hacia aquellas manifestaciones literarias que han tenido éxito o popularidad. De hecho, cuando se habla del folletín, su sola mención asocia el término con cultura popular, baja calidad literaria, tramas truculentas y situaciones rocambolescas, personajes maniqueos, enredos inverosímiles y recurrentes sorpresas y apariciones o desapariciones de personajes a lo largo de la trama, entre otros rasgos intrínsecos al género. Pese a los estudios y desvelos de una parte de la crítica por sacar a la luz cuanto de positivo y trascendental tuvo el género del folletín en el devenir de la historia de la literatura, todavía pesan más los rasgos negativos anteriormente esbozados que su posible relevancia en la evolución de la literatura.


Con la aparición de las cinco novelas en el diario en forma de folletín, Antonio Castellote retomaba así a una forma narrativa que permitía ofrecer a los lectores del periódico una obra para ser leída no solo durante el periodo estival para el que parecía ser publicada, a la vez que confirmaba su buen quehacer como novelista, ya que como articulista y crítico literario y cultural era ya conocido y apreciado por los lectores del Diario de Teruel. Antonio Castellote (Teruel, 1965) es licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca y en la actualidad es profesor de Lengua castellana y Literatura en un instituto de Madrid. Trabajó en Radio Nacional como locutor-presentador y tuvo un programa junto al ilustrador Juan Carlos Navarro, quien ha puesto imágenes a las novelas y relatos de Antonio. Su colaboración con Diario de Teruel comenzó en 1990, con las columnas de Vuelo sin motor y continuó más adelante con Miniaturas del 98, Las bugonias y Bernardinas. Es también autor de diversos guiones de documentales, como Témpora y Violeta (1995) de José Miguel Iranzo. En abril de 2005 inauguró su blog Bernardinas, con título homónimo al de las columnas del periódico. Esta bitácora es un referente cultural y literario de primer orden, que también permite leer la obra del autor, junto con reflexiones y artículos de crítica literaria. Al mismo tiempo, posibilita más opciones sobre la lectura de los folletines y su proceso de escritura, ya que facilita conocer la génesis y evolución de cada obra. Y en ella se aloja gran parte de la producción novelística de Antonio Castellote, desde Modelo sin dolor (2000), los cinco folletines publicados en Diario de Teruel (Fabricación británica, 2005; Los ojos del río, 2006; Una flor de hierro, 2007; Otoño ruso, 2008; La enfermedad sospechosa, 2009), hasta diversos relatos y fragmentos de crítica literaria y de creación o traducciones, como la reciente Geórgicas (2013).    


Para el estudio de los folletines, también hay que tener en cuenta la importancia de Juan Carlos Navarro, su habitual ilustrador. Esta relevancia no solo viene dada por su labor como dibujante, sino también por la ingente tarea de documentación histórica y ambientación para las novelas. En ocasiones, alguna fotografía antigua de la historia de Teruel ha servido para la posterior caracterización de algún personaje o pasaje de las novelas, como la Sangüesita (Sagrario) de Una flor de hierro; e incluso alguna descripción de personaje fue modificada en la escritura tras ver la ilustración diseñada para el capítulo (por ejemplo, en el caso del personaje de Manuela en Fabricación británica). Además, cada capítulo publicado de los folletines iba acompañado en el diario de la correspondiente ilustración de Juan Carlos, como también ha sucedido con las publicaciones en formato libro (Fabricación británica, 2007; Geórgicas, 2010; o la reciente y premiada Caballos de labor, de 2012, aunque solo sea en la ilustración de la portada), en una muestra de trabajo colaborativo para la confección de los folletines.


 La estructura de la narración de un folletín –con su correspondiente división episódica- viene determinada por el medio de publicación. Se impone una limitación espacial relacionada con el lugar en el que figura la narración del texto dentro del periódico: 150 líneas en el caso de Antonio Castellote, que luego aparecían en las páginas centrales del periódico (aunque en los últimos folletines se extendía hasta las 250 líneas); la limitación temporal variaba en función de la respuesta del público, pudiendo alargarse de manera casi paroxística en algunos folletines. En los de Antonio Castellote sí que existía una limitación temporal, que venía marcada por la aparición de cada capítulo en los días laborables del mes de agosto, por lo que el número total de entregas se situaba entre las 21 y las 23 y así, de este modo, se podía establecer un plan de trabajo previo limitado en la extensión de la narración, aunque gran parte de la carga de escritura fuera casi simultánea a la de publicación.


Antes mencionábamos que gran parte de la novelística de Castellote se encuentra en su blog, ante las dificultades para encontrar acomodo en el complejo y cambiante mundo editorial presente. El blog y la difusión que este pueda tener suponen una salida para estos textos, en una tendencia cada vez más pronunciada dentro del panorama literario. Si nos centramos en el caso de los folletines de Antonio Castellote, observamos que la distribución del Diario de Teruel es limitada a un entorno geográfico próximo y, por tanto, también la de las entregas de cada folletín. Con la opción de publicarlos en el blog se amplían las posibilidades de llegar a más lectores, además de no tener que depender de la compra diaria del periódico o de tener que agavillar posteriormente las entregas, amén de preservar el texto, dada la volatilidad de la hoja impresa del periódico. El blog permite albergar las novelas, pues solo el primero de los folletines –Fabricación británica- fue publicado en formato libro dos años después de aparecer en el diario (editorial Certeza, colección Redallo, número 8); el resto, de momento, no ha corrido la misma suerte.

En cuanto al folletín en su forma originaria –es decir, en la prensa-, su presencia en nuestros días es muy escasa. Por ello, los folletines de Antonio Castellote publicados en Diario de Teruel constituyen, sin duda, una feliz excepción, una aventura singular en este género y forma narrativa, como ha señalado el propio escritor en más de una ocasión. Otra cosa es el “espíritu folletinesco”, que es más común y más perceptible en diversos autores contemporáneos, como se ha indicado antes, y que ya no tiene esa carga peyorativa con la que tradicionalmente se ha venido asociando, y que es, en definitiva, la forma en la que el folletín ha sobrevivido, pues las experiencias de Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina o Arturo Pérez Reverte en El País a comienzos de los noventa del siglo pasado quedaron en poco más que fuegos de artificio. Y, aunque hay más ejemplos (Muñoz Puelles, de Prada, Fernando Marías…), el folletín, en su forma originaria –es decir, en la prensa- está prácticamente extinto


Autor. PEDRO MORENO PÉREZ


(Continuará)



 

 


jueves, 8 de julio de 2021

El avión "Teruel" para las tropas de África

 


Reproduzco el siguiente artīculo de Serafín Aldecoa recién publicado en El Diario de Teruel:


En realidad, en la llamada globalmente Guerra de África a lo largo de los siglo XIX y XX, con diferente intensidad y continuidad, España como potencia colonial, a veces junto a Francia, mantuvo diferentes enfrentamientos armados con las cabilas rifeñas (tribus bereberes) en un intento por parte del ejército español de controlar el territorio del norte de Marruecos hasta su independencia en marzo de 1956, sin dejar de lado la olvidada Guerra de Ifni (Sahara español) en 1958 que perdió Franco.


La gran tragedia de estas guerras fue la sangría continua de jóvenes españoles que se vieron empujados, en contra de su voluntad, a una cruel guerra que parecía inacabable y que perdieron la vida en nombre y defensa de una "honra" y una "patria" que no acababan de entender. Muchos de ellos, la gran mayoría soldados de quintas, eran de clase humilde pues sus familias no habían podido pagar el rescate, esto es, la cantidad de dinero requerida para evitar el tener que ir a la guerra.


Guerras africanas


Por contra, a un grupo de militares, la mayoría oficiales de academia, las continuas guerras africanas les permitieron ascender con rapidez en el escalafón y llegar a alcanzar grados como el generalato (Sanjurjo, Queipo de Llano, Franco...), esto es, los denominados africanistas, que luego darían el golpe de Estado contra la II República. En este grupo podemos incluir al comandante Aguado aunque era algo más joven que los anteriores.


Ahora bien la gran afrenta para el ejército y para España que tuvo un gran impacto en la opinión pública, pese a la censura de prensa existente, fue la derrota de Annual (localidad próxima a Melilla), consistente en unos hechos militares ocurridos entre los meses de junio a septiembre de 1921, que supusieron la pérdida de gran parte del ejército español en el Norte de África, de tal manera que la batalla ocasionó la muerte de alrededor de once mil quinientos soldados, nueve mil españoles y dos mil quinientos rifeños afectos a España encuadrados en unidades indígenas, más de la mitad ejecutados tras rendirse.


No se dispone de datos sobre las bajas de las fuerzas rebeldes al mando del temido Abd el-Krim. Esta derrota condujo a una redefinición de la política colonial de España en la Guerra del Rif y a una crisis política que socavó los cimientos de la monarquía liberal de Alfonso XIII. El malestar creado por el desastre de Annual y las acusaciones al rey de instigar el poco meditado y mal preparado avance que propició el desastre, fueron una de las causas del golpe de Estado y de la siguiente Dictadura de Miguel Primo de Rivera.


Ante tal catástrofe y sus derivaciones políticas, en toda España surgieron diferentes iniciativas para ofrecer "ayuda salvadora" a las tropas africanas de tal manera que en Teruel las fuerzas vivas, encabezadas por el todopoderoso Torán de la Rad y el periódico de su propiedad, La Provincia, se plantearon la realización de una “suscripción patriótica” de alcance provincial con el fin de recaudar dinero para  la adquisición de un avión para la guerra, un bombardero, fabricado en Francia (un Breguet- Fiat XIV- A2) que se bautizó finalmente con el nombre de “Teruel”.


Hay que decir que la iniciativa turolense no fue la única ni fue original en todo el territorio español, pues varias provincias tomaron la misma decisión de comprar "su" propio avión que fue bautizado casi siempre con el nombre de la capital: Salamanca, Oviedo, Málaga, Zaragoza, Sata Cruz de Tenerife... En algún momento se habla de una veintena de aparatos de guerra comprados a Francia por el Estado español y destinados al norte de África para combatir a las cabilas rifeñas.


Ante el impacto que ocasionaron los sucesos de Annual, la suscripción abierta, según el periódico citado, "despertó el entusiasmo entre los turolenses que superó nuestras expectativas" y por tanto, se recaudó  con considerable prontitud la cantidad de dinero precisa para la compra del aeroplano.


El omnipresente  Torán de la Rad, que recibió la orden e instrucciones de Carlos Castel que a su vez había consultado la opción de la compra directamente al ministerio del Ejército, fue el encargado de viajar a París en el mes de octubre para visitar las instalaciones del avión Breguet situadas a unos diez km de la capital francesa, firmar el contrato correspondiente y realizar la adquisición del aparato.


A través de la prensa se publicó, traducido al español, el contrato de compra y el acta de entrega del avión que  "regalaba la provincia de Teruel" al ministro del Ejército. El acto tuvo lugar en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid) el 24 de enero de 1922 a la vez que se le bautizaba con el nombre de "Teruel", actuando como madrina la mujer de Castel, Angelina Cabrera.