Durante mucho
tiempo fue considerada por los habitantes de la comarca un lugar inquietante y misterioso.
Oliete es un
pintoresco pueblo de la provincia de Teruel junto al río Martín. Como tantos
pueblos de esta cada vez más desolada provincia, de los 2.168 habitantes
censados en 1900 se ha pasado a los casi 500 de ahora. En este pueblo viví de
los 7 a los 13 años. Allí nació mi hermano Fernando, al que dedico este
artículo. Muchos y gratos recuerdos se amontonan confusos en mi memoria y en
mis afectos: la escuela al lado de casa con su gran patio, huertecillos y
frontón desmesurado; Don José, el maestro entrañable; el tormento de la leche
en polvo; la chopera frondosa junto al río donde casi cada tarde llenaba el saco
de hierba para los conejos; el enorme abrevadero junto a la fuente con música
de relinchos y destellos embarrados de herraduras; el lavadero, centro de
cotilleo local; las mujeres locuaces embalando manzanas con habilidad pasmosa;
el pueblo encaramado sobre un cerro con callejuelas empinadas y sinuosas; el
taller del albardero; la asistencia al catecismo competitivo en la iglesia
parroquial de la Asunción con su soberbia torre de planta octogonal; la casa
palaciega de la Donjuana; las capillas de los santos; aquel cura joven, de cuyo
nombre no me acuerdo, que tenía una “Bultaco” ¿o era una "Montesa"?;
los latones y los gingoles silvestres; mi primer “Camel” sin boquilla; la
singularidad de los motes locales de herencia ancestral; la primera película en
tecnicolor; el gran médico -Dr. Peña-, hermano del gobernador de Teruel, y que
me sanó de unas fiebres tifoideas; la ermita de la Virgen del Cantal con sus
aguas supuestamente milagrosas; el pantano de Cueva Foradada con sus infinitas
escaleras; los llamados "cabezos" con restos ibéricos; los tratantes
de ganado y caballerías; la romería festiva a la ermita de San Pedro, a pie o a
caballo, en los lunes de Pascua y la sima misteriosa, tenebrosa y enigmática de
San Pedro de los Griegos. Esta sima, que no pude ver de cerca durante mi
infancia, quedó en mi recuerdo como algo siniestramente dantesco en cuyo fondo
se hallaban animales de especies desconocidas que amenazaban a todos los
curiosos que osasen asomarse a su mundo oculto, enigmático y tenebroso.
Muchos años después volví este pueblo con mi familia. Me dejó desolado el
cambio. Poca gente, huertas yermas, frutales descuidados... Pude, por fin,
visitar esta sima que contemplada desde el mirador causa admiración, estupor y
respeto, pero destierra de la mente aquellos peligros supuestos, fruto de la
imaginación calenturienta de un chaval un tanto soñador.
En la finca
de San Pedro de los Griegos se encuentra la espectacular Sima de San Pedro,
lugar de celebración de los campeonatos nacionales e internacionales de
espeleología, y considerada como una de las simas más importantes y dignas de
Europa. Durante mucho tiempo fue considerada por los habitantes de la comarca
un lugar inquietante y misterioso. Yo todavía la consideraba mucho peor. Sin
embargo recientes estudios del biólogo J. Serra-Cobo han mostrado que se trata
de un verdadero paraíso de la naturaleza, en una región caracterizada por la
aridez y las temperaturas extremas en verano y en invierno. La cavidad
constituye un refugio de biodiversidad sin precedente. La enorme boca de casi
100 metros de diámetro permite la iluminación de la sima a pesar de sus 108
metros de profundidad cuyo fondo está parcialmente ocupado por un lago de más
de 20 m. de profundidad. En total el volumen aproximado de la sima es de unos
560.000 m3. Sus aguas son extremadamente ricas en materia orgánica, procedente
en buena parte de los excrementos de aves y murciélagos, lo que explica la gran
proliferación de plancton.
La sima
constituye un refugio para muchas aves de nueve especies diferentes, y
murciélagos de distintas especies también. En las paredes de la sima anidan
palomas zuritas, chovas pitirrojas y vencejos reales, colonias que debieron ser
numerosas en otros tiempos, como indica la existencia de restos de un torno
utilizado para extraer abono orgánico de su fondo. En la laguna viven ranas,
sapos parteros y culebras. La biodiversidad es equivalente a la que encontramos
en algunas simas tropicales de México, Brasil y Papúa. Un detalle curioso es
que los animales de las diferentes especies guardan un riguroso turno para
entrar o para salir de sus anidamientos en la sima. Hasta que todos los
individuos de una especie no se han aposentado en sus huecos las otras esperan.
Cuando al atardecer hayan entrado todas las aves, comienzan a salir
ordenadamente las diversas especies de murciélagos. Este ceremonial se repite
en orden inverso al despuntar el día.
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INFORMACIÓN:
http://www.estatierraesaragon.com/fichas/index.php?117