Ignacio
Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) cursó estudios de Filología Hispánica e
Italiana y comenzó a desarrollar su carrera profesional en Barcelona donde
reside desde hace más de 30 años. Ha
escrito numerosos artículos, publicados en revistas especializadas y en la
prensa periódica, y diversas novelas caracterizadas por la flexibilidad
estilística y la notable profundización psicológica en el carácter de sus
personajes.
Tras
más de tres décadas de carrera literaria, Martínez de Pisón ha obtenido el
merecido reconocimiento nacional: primero con los premios de la Crítica y del
Ciutat de Barcelona por su obra El día de la mañana (2011) y hace unas semanas, el Premio Nacional
de Narrativa por la novela La buena reputación (2015).
A
los que tenemos la fortuna de conocer su obra literaria y periodística no nos
han sorprendido estos galardones. Martínez de Pisón es uno de los narradores
más solventes y prestigiosos del panorama nacional. La conexión que logra
entre su narrativa y la realidad
consigue atrapar al lector dentro de un mundo que resulta cercano y familiar.
Las vertientes psicológica, social, familiar y política que marcan los senderos
por donde transcurre la acción de sus relatos, además de deleitar al lector, le
ofrecen una galería de cuadros de la vida sentimental y política de la España
de la segunda mitad del siglo XX.
El
escritor aragonés comenzó su trayectoria narrativa publicando La
ternura del dragón (1983), que ya obtuvo el Premio Casino de Mieres.
Trata del mundo familiar de un niño enfermo, recluido en casa de sus abuelos,
que entra en el mundo de los adultos. El mundo de la apariencia y del trasfondo
de la realidad conforman las dos caras de esta novela.
Con
Carreteras
secundarias (1996) consiguió seducir a un público más
amplio y a dos directores de cine distintos, al español Martínez Lázaro y al
francés Manuel Poirier, que se embarcaron en sendas adaptaciones
cinematográficas. Para mí, la película basada en esta novela de carácter
cervantino, que narra la historia de una singular relación entre un padre y su
hijo, me despertó la curiosidad por
conocer sus otras obras.
Dientes de leche (2008), narra la
historia de unos descendientes de Raffaele Cameroni, fascista italiano que luchó en el frente del
Ebro,
y El día de mañana que se centra en la historia de un chivato de
la policía durante el franquismo en Barcelona.
Con
la novela María bonita (2001), el autor aragonés nos presenta a
una niña que vive en un mundo de contrastes: los sueños de una hija de humildes
obreros y el acceso al mundo de lujo que le proporciona su tía Amalia. Con El
tiempo de las mujeres (2003) se observa un salto considerable con
respecto a las obras anteriores: ambición literaria, entramado complejo sobre
la formación femenina y extensión más considerable. En 2005 dio un giro notable
a su producción literaria con Enterrar a los muertos, una obra más cercana al ensayo que a
la narrativa.
Con
La
buena reputación, su novela nº 11, Martínez de Pisón obtiene el
Premio Nacional de la Crítica, 2015. En esta obra se narra la historia de una familia de
clase media a lo largo de tres generaciones: Samuel (hebreo poco convencional, que
lleva una doble vida) y Mercedes (católica, manipuladora y posesiva que dirige la
vida de todos los que la rodean), residentes en una Melilla - entonces, sin
vallas - durante los años del
Protectorado español en Marruecos. La segunda generación estará formada por las
hijas de ambos: Miriam y Sara. Los
nietos, sobre todo, Daniel y Elías, constituirán la tercera y con ellos se
acaba esta saga. Del conjunto de todos los miembros de esta familia, con
nombres bíblicos, sale una retrato de la
diversidad, egoísmo, complejidad, paradojas, frustraciones, desesperación y maldad de nuestra especie.
“No era la mejor familia del mundo pero era mi familia”
Junto al devenir de
esta familia, se evidencia el
interés por documentar una etapa del pasado de esta denostada "piel de toro" con fidelidad
historiográfica. A este objetivo se puede circunscribir la persecución antisemita en el periodo en que
el Protectorado dio paso a la independencia de Marruecos. La evolución de Samuel, desde su
tibieza religiosa y su pragmática complicidad con los golpistas españoles hasta
el compromiso para trasladar a judíos en diáspora por el norte de África para
reconducirlos a Israel, da de sí una novela independiente de trasfondo moral: se
explayan conflictos éticos, dudas religiosas y se acerca el autor al problema
de la culpa con densidad psicoanalítica.
“Siempre he
tenido la sensación de que la historia de los judíos españoles ha sido ignorada
en este país. La gente de mi generación creció sin saber que en Melilla y en el
entonces protectorado español de Marruecos los judíos llevaban más de 400 años conviviendo en paz con musulmanes y
cristianos. Me atrajo la idea de ambientar la historia en una época en
la que unos judíos que nunca han estado en la que creen que es su tierra,
Israel, sueñan con volver allí, mientras que unos españoles que han nacido y
vivido siempre en el norte de África desean volver a España, un país que en
realidad tampoco acaba de ser el suyo. Esa necesidad de encontrar raíces aunque
sean míticas y el contraste con la realidad es lo que me parecía que podía dar
lugar a historias”.(Martínez
de Pisón)
La acción narrativa se traslada a
Málaga para después dar el salto a Zaragoza, Barcelona, de nuevo Málaga y
vuelta al origen, Melilla. De nuevo en la ciudad de origen, se pone final a
esta obra de estructura redonda. Esta ciudad norteafricana desempeña un
singular protagonismo que se traduce en una gran inquietud cuando llega la
noticia de la inminente desaparición de protectorado de Marruecos y la pregunta
de cómo afectará la independencia al norte de África
Puestos a destacar un tema, hay
que hacer referencia al control férreo que la familia y la sociedad de aquel
entonces ejercen sobre las hijas, castrando sus sueños y anulando la
posibilidad de alcanzar la felicidad. Todo en aras, claro está, de salvaguardar
"la buena reputación".
Luis
Antonio Pérez Cerra