"Escribes más que el Tostado"
«Es muy cierto que
escribió, para cada día tres pliegos, en los días que vivió; su doctrina así
alumbró, que hace ver a los ciegos», reza el epitafio de Alonso
Fernández «El Tostado », el eclesiástico español del siglo XV
al que se le recuerda en el dicho «escribir más que el Tostado».
Si el epitafio no exagera, el Tostado llegó a
redactar unos 53.880 pliegos, según el recuento que hizo Francisco Rodríguez
Marín en sus « Quinientas
comparaciones andaluzas » y hasta 70.225 pliegos a juicio de
Julio Cejador.
El Tostado, también
llamado Alonso de Madrigal por haber
nacido en este pueblo de Ávila o «el Abulense» por haber sido obispo de Ávila,
fue considerado el máximo prodigio intelectual de su tiempo. A los 18 años era filósofo,
jurisconsulto y teólogo con tales conocimientos que a los 25 ya tenía fama de
ser una de las personas más sabias en aquella España de Juan II de Castilla.
En Salamanca, donde fue
Eugenio IV le nombró Maestrescuela de la Catedral, «llegó a hacerse dueño por
sorpresa de todas las ciencias que allí se enseñaban», según recoge José María
Iribarren. Cuentan que nunca olvidaba lo que leía y recitaba de memoria pasajes
enteros de la Biblia y toda la « Summa Teológica »
de Santo Tomás de Aquino.
Su juventud, su fama y
su sabiduría despertó envidias de otros que le acusaron de hereje y fue llamado
por esta causa a Roma. «El Tostado» escribió un «Defensorio» en el que mostró
su erudición asombrando al Papa y a cuantos le oyeron. José de Vieira y
Clavijo, en su « Elogio de
don Alonso Tostado » describe cómo fue para Italia un
espectáculo singular el enfrentamiento teológico entre El Tostado y Juan de Torquemada ,
que sostenía la acusación: «Torquemada tenía mucho de aquel ardor polémico que
con su nervio y sequedad aterroriza; el Tostado, aquella luminosa amenidad y
varia riqueza que persuade y agrada».
Alonso de Madrigal
asistió al Concilio de
Basilea y fue consejero de Juan II, el padre de Isabel la
Católica, que le nombró canciller mayor y abad de la Colegiata de Valladolid,
agraciándole posteriormente con el obispado de Ávila que ocupó hasta su muerte
el 3 de septiembre de 1454 en la localidad de Bonilla de la Sierra , donde acostumbraba a
retirarse para estudiar y escribir. Acababa de cumplir los 55 años, aunque
según otros contaba solo cuarenta a su muerte.
Fue tal volumen de páginas las que dejó escritas que
parece imposible que alguien pudiera estudiar y escribir tanto. Sus obras en
latín constan de 24 tomos en folio a los que se suman otras muchas en
castellano. «Solo el catálogo razonado de sus obras que realizó el doctor
Pontano consta de dos gruesos volúmenes», señalaba ABC en 1900. No es extraño
que en el habla popular aún se aplique la frase «escribir más que el Tostado (o
Tostao)» para decir de alguien que trabaja más de lo normal o indicar que una
persona sabe mucho.
El Tostado, de
quien dicen que era de mediana estatura cuello ancho y cabeza voluminosa, fue
sepultado en la catedral de Ávila en un magnífico mausoleo de
Vasco de la Zarza , una de las joyas de Ávila. Sobre su
sepulcro reza la inscripción: «Hic stupor est mundi, qui scibile discutit omne»
(Éste es el asombro del mundo, que se aplicó a todo conocimiento (que se puede
saber)).
El
grupo de Salamanca
José de Cora incluye una referencia a Alonso de Madrigal en su «Guía de
Lugo (Visible e invisible)», que acaba de publicar en la que sitúa a El Tostado
en el grupo de Salamanca que habría formado junto a Alonso Suárez de la Fuente
del Sauce, Pedro de Munóbrega y Pedro de Ribera. «Aunque no todos ellos son
coetáneos, sí trazan líneas de conexión» -estima De Cora- que les relacionarían
con investigaciones de tipo ocultista, la Mesa de Salomón, el estudio de la
cábala, tesoros ocultos y herejías.
Autor: Jesús Millán Muñoz (colaborador de El Mundo)