domingo, 5 de agosto de 2012

TERUELEANDO, GERUNDIO QUE TAMBIÉN EXISTE: CHOPOS CABECEROS DEL GUADALOPE



Que yo sepa, y sin presunción alguna, soy el 1º en conjugar el verbo “TERUELEAR” (Ejercer de “teruelano” positivo. Los más modernos dicen “turolense”, pero yo me atengo a los cánones de la jota. Aquella que dice: “En Teruel hay una fuente, donde demana el querer, donde van las teruelanas, por la mañana a beber”). Así pues, y a partir de dicho nombre, me atribuyo la paternidad de este verbo y no descarto registrarlo a mi nombre, para evitar apropiaciones indebidas o usos desconsiderados. Dudo que la RALE lo incorpore en futuras ediciones de su diccionario, pues aunque  todos los teruelanos lo pidiésemos a grito pelado, nuestro clamor coral sería tan tenue que no merecería consideración alguna. Quizás el diccionario de Doña María Moliner sea más piadoso con nosotros... Este es el sino de nuestra provincia: la exigüedad. Somos tan pocos que no se nos tiene en cuenta. Sobre todo en los Presupuestos del Estado y en los autonómicos...

Cuando voy a la tierra de mis ancestros, como es el caso,me “reimpregno” de esencias identitarias e inquietudes sociológicas que tenía ahí, donde siempre, pero un tanto acalladas. Con vestigios ya, dada la sequía pertinaz de este verano, de socarrales agosteños, he paseado por las orillas de los ríos Miravete  y La Val y que, sumados sus exiguos caudales – cuando los llevan - se transformarán en otro más conocido,  el Guadalope. Por la ribera de estos ríos se alzan esos chopos autóctonos llamados cabeceros y que  tan gratos recuerdos me traen a la memoria.

Estos chopos robustos, en su madurez, en vez de ser talados por la base del tronco, recibían un desmoche a unos cuatro metros del suelo. De allí brotaban varias ramas que a los diez años ya alcanzaban el grosor y longitud apropiados para su uso como vigas. Tras su tala, se repetía el proceso tantas veces como lo permitiera el vigor del árbol. Estas son el resultado de la “escamonda”, práctica que consiste en eliminar todas las ramas de la parte aérea del árbol, dejando tan sólo el fuste. La escamonda mantenía al árbol en crecimiento continuo, por lo cual su tronco se hacía cada vez más ancho, e impedía la temprana decrepitud del mismo. De esa forma los chopos adquirían unas dimensiones considerables, dignas de árboles monumentales, superando por mucho la media de edad y tamaño estimado para la especie. La tala reiterada de las vigas hacía que el extremo superior del tronco adquiriese un progresivo engrosamiento a modo de cabeza, de ahí el término cabecero .Los troncos, con el tiempo, suelen alcanzar un grosor notable y algunos albergan huecos en su interior donde nos escondíamos de chavales. Los árboles maduros ofrecen una gran cantidad de oquedades donde se refugian aves y mamíferos.

El resultado es que hoy, aunque descuidados y despreciados por la endeblez de su madera y por el abandono reinante,  nos ha llegado una amplia red de choperas conformada por añosos árboles que constituyen un valioso patrimonio cultural, natural y estético. Pero también es un elemento esencial en el paisaje de nuestros campos y montes y por ello es tanto un componente de nuestro espíritu como, en su día, ya muy lejano, fue un recurso económico.

4 comentarios:

  1. A mi me causan una gran emoción los chopos, pues me recuerdan mi tierra natal y mis paseos alrededor del río.
    Un abrazo y sigue con buenos paseos

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  2. Gracias por este paseo, me ha encantado ir Terueleando a través de tu mano, papel y pluma...
    Un beso

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  3. Estás hecho un Delibes terueleano. Fíjate, la escamonda podría ser aplicada con éxito para superar la dichosa cr.... -no explico la palabra completa porque estás de vacaciones-. Si en vez de eliminar las ramas de la parte baja que dan vigor a los chopos, se eliminan las altas y por lo tanto menos necesarias aunque más llamativas, otro gallo -turolense- nos cantara.

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