martes, 23 de abril de 2013

San Jorge, patrón de Aragón



San Jorge y Aragón

Los reyes aragoneses de los siglos XIII y XIV fueron muy devotos de este santo épico, real o imaginario, declarado patrono de los guerreros y caballeros cristianos. La figura épica del santo se relacionó con la batalla de Alcoraz (Huesca) de 1096, en el curso de la cual, montado a caballo, habría ayudado al ejército del rey Pedro I frente a las tropas del Islam del reino de Zaragoza, que ocupaban la ciudad desde el inicio de la dominación musulmana.

A partir de ahí San Jorge adquiere un gran valor simbólico: el poderoso jinete armado era un ser celestial que apoyaba la causa aragonesa y daba sentido trascendente a la lucha armada, incardinándose persistentemente en las creencias y devociones de aquellas gentes, formando parte de su incipiente identidad cultural.

En 1201 Pedro II fundó la Orden militar de San Jorge de Alfama en un castillo cercano a Tortosa. Jaime I apoyó la fundación de cofradías bajo la advocación del santo, como las erigidas en Huesca y Teruel en la primera mitad del siglo XIII. El mismo rey conquistador, en su Crónica, asegura que San Jorge, «caballero blanco con armas blancas», ayudando a los ejércitos aragoneses, había sido visto por cristianos y moros en varias batallas. La crónica de Pedro IV el Ceremonioso cita que san Jorge «fue siempre y es abogado de las batallas de la casa de Aragón».


San Jorge, patrón de Aragón

Aunque no se dio una disposición canónica al respecto puede afirmarse que san Jorge ha sido formalmente patrono de Aragón desde la Edad Media.

Desde principios del siglo XV, al menos, la catedral y el Concejo de Huesca vienen celebrando su fiesta con solemnidad litúrgica y procesión a la ermita del santo, sita en El Pueyo de Sancho.

Su fiesta litúrgica se celebra el 23 de abril, tanto en los calendarios orientales como en el romano y en el hispano-mozárabe. La fecha conmemora la del martirio del santo, el octavo día antes de las calendas de mayo.

Fuente: Guía Aragón



lunes, 15 de abril de 2013

LA PLAZA DEL TORICO (TERUEL): Historia y leyenda







El torico.- Sobre un alto pedestal columnario de piedra labrada, un torico preside (algunos forasteros lo tachan de minúsculo con cierta sorna) como si de un tótem hierático se tratase, la vida de la ciudad de Teruel desde el corazón de la misma, la Plaza del Torico, y nos recuerda las raíces de esta pequeña capital según una antigua leyenda. Los turolenses sabemos muy bien que la palabra “torico” es la más apropiada porque lo define con precisión tanto en la faceta dimensional como en la afectiva. La obra actual, una fuente con cuatro caños con forma de toro, data de 1858 y vino a sustituir a otra más bella realizada en el siglo XVI por Pierres Vedel, el artífice de la canalización de agua de la ciudad.


Fiesta de la Vaquilla 

La leyenda.- La tradición cuenta que en el siglo XII, durante la Reconquista, el rey Alfonso II, tras tomar varias plazas importantes, siguió por la ribera del Martín y al llegar a lo que ahora es Teruel dividió a su ejército para enfrentarse a rebeldes en las montañas de Prades, quedando el resto de sus guerreros en las llanuras de Cella con órdenes de permanecer a la defensiva. En este punto es donde se confunden historia y leyenda, pues los guerreros desobedecieron las órdenes del rey y siguieron a un toro bravo al que le acompañaba una estrella desde el firmamento, pues lo habían visto en sueños premonitorios. Señal que, según ellos, marcaba el sitio donde establecer una nueva población. Así tomaron la fortaleza de Teruel plantando su estandarte en la plaza conquistada.

Este hecho se encuentra representado en uno de los cuatro cuarteles del escudo de Teruel, con un toro que lleva encima una estrella.

Por otra parte, según la etimología de Teruel, el antiguo Turba o Turbana, proviene de dos palabras hebreas, "thor" y "bat", que significan "lugar del toro".

Según otros autores, la fundación de la ciudad de Teruel se atribuye a los fenicios, que remontando el cauce del río Turia en busca de un lugar para establecerse, encontraron al fin una buena tierra con mucho ganado, levantando allí un pueblo y dando el nombre a dicho río de Turriar o Turia, debido a la abundancia de toros que había, y aplicando el nombre también a la población