Por Chusé María Cebrián Muñoz
Del abismo de una tierra
atormentada.
Del bullir genital del
Guadalope.
Del latir de los cascos
al galope
y el rumor del ganado en
la cañada.
Del fulgor torrencial de
nuestra raza.
Del rigor de los cielos invernales.
Del batir en la roca los
caudales
y un sentir que
trasmina, que te abraza.
Surgieron, elevados como
lanzas,
soberbios muros y torres
almenadas
que corona la cruz
que arriba alcanza.
Fantástico castillo,
cuento de hadas,
diadema de sueños en la
cima
y abajo el tremolar de
las espadas.
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