Barcelona sobrecoge. Es otra ciudad, herida, contradictoria y escindida, y allí, en la calle Costa, desde septiembre de 1916 se asienta el Centro Aragonés de Barcelona, con su impresionante Teatro Goya, que llena casi siempre, y que vio pasar por su escenario a los más grandes intérpretes de un largo siglo: desde Margarita Xirgu hasta Concha Velasco. Ese edificio fue concebido por Miguel Ángel Navarro, hijo de Félix, el diseñador del Mercado Central.
El Centro Aragonés posee alma de caserón y de palacio a la vez. Y ha sido memoria viva de la presencia de los aragoneses en Barcelona y en Cataluña. Cuando en 2008 recibió la Medalla de Oro al Mérito Civil, el alcalde Jordi Hereu tuvo una feliz y generosa intuición: dio las gracias a los aragoneses de Barcelona, y dijo que les habían ayudado a ser mejores y que habían dado, a lo largo del tiempo, una lección de tolerancia, adaptación y convivencia. Aragón ha tenido allí su fondeadero de inquietudes y de conocimientos, un armario de la historia. El pasado domingo 26 de octubre el Centro Aragonés entregó medallas a sus socios más veteranos, y nombró Socios de Honor, entre otros, a Jorge Gay y Ánchel Conte. El primero pintó dos espléndidos murales, que se inauguraron en 2009, y que responden a su pintura de emoción y colorido y símbolos, transida de sueños. Y el segundo impartió allí clases de aragonés y disfrutó, muchos días, muchas veces, de los tesoros incalculables de la Biblioteca del Centro, que ha conducido desde hace más de un cuarto de siglo Cruz Barrio, que le ha puesto piso, refugio de alta montaña y cueva secreta a este pequeño país en su corazón y entre sus libros. Nada nuestro le ha sido ajeno: su compromiso produce escalofríos. En el acto, cantaron Kike Ubieto y Os Chotos, tres temas en cada idioma de la Comunidad, y la coral del Centro entonó habaneras y el Himno de Aragón, algo que allí siempre se ha tenido a gala, aunque no sea fácil. El Centro tiene nuevo presidente, Jesús Félez, de Alcorisa, alrededor de 900 socios y vive la situación más crítica de su historia. Hasta el seguro les ha retirado su confianza, y sus directivos, desbordados y abatidos, solo esperan no un milagro, sino que el presidente Javier Lambán, tan enamorado de la buena prosa e historiador, encuentre unos minutos para saber el estado de la cuestión y también de los sueños de futuro.
El Centro Aragonés posee alma de caserón y de palacio a la vez. Y ha sido memoria viva de la presencia de los aragoneses en Barcelona y en Cataluña. Cuando en 2008 recibió la Medalla de Oro al Mérito Civil, el alcalde Jordi Hereu tuvo una feliz y generosa intuición: dio las gracias a los aragoneses de Barcelona, y dijo que les habían ayudado a ser mejores y que habían dado, a lo largo del tiempo, una lección de tolerancia, adaptación y convivencia. Aragón ha tenido allí su fondeadero de inquietudes y de conocimientos, un armario de la historia. El pasado domingo 26 de octubre el Centro Aragonés entregó medallas a sus socios más veteranos, y nombró Socios de Honor, entre otros, a Jorge Gay y Ánchel Conte. El primero pintó dos espléndidos murales, que se inauguraron en 2009, y que responden a su pintura de emoción y colorido y símbolos, transida de sueños. Y el segundo impartió allí clases de aragonés y disfrutó, muchos días, muchas veces, de los tesoros incalculables de la Biblioteca del Centro, que ha conducido desde hace más de un cuarto de siglo Cruz Barrio, que le ha puesto piso, refugio de alta montaña y cueva secreta a este pequeño país en su corazón y entre sus libros. Nada nuestro le ha sido ajeno: su compromiso produce escalofríos. En el acto, cantaron Kike Ubieto y Os Chotos, tres temas en cada idioma de la Comunidad, y la coral del Centro entonó habaneras y el Himno de Aragón, algo que allí siempre se ha tenido a gala, aunque no sea fácil. El Centro tiene nuevo presidente, Jesús Félez, de Alcorisa, alrededor de 900 socios y vive la situación más crítica de su historia. Hasta el seguro les ha retirado su confianza, y sus directivos, desbordados y abatidos, solo esperan no un milagro, sino que el presidente Javier Lambán, tan enamorado de la buena prosa e historiador, encuentre unos minutos para saber el estado de la cuestión y también de los sueños de futuro.
Antón Castro. Este texto apareció el pasado domingo en Heraldo. El mural, "El lugar de los sueños" es de Jorge Gay.
Vivo muy cerca del Centro Aragonés. Siempre ha sido un enclave emblemático para la ciudad. No nos olvidemos de mucha de la inmigración de Barcelona procede de allí, y que a base de hacer muchas horas y trabajar de lo lindo Barcelona es lo que es.
ResponderEliminarEn 1916, la calle no se denominaba Joaquin Costa, se denominaba Poniente, y la plaza si, plaza de Goya.
Supongo que como todo, habrá conocido tiempos mejores.
Deseo que el Centro vuelva a ser lo que fue, para que mantenga el espíritu y la cordialidad que siempre tuvo, y que su obra no acabe en saco roto.
Salut
El Centro Aragonés pierde socios porque los jóvenes no lo ven acondicionado para sus intereses.
EliminarDe cara al futuro, más que casa regional, tendrá que cambiar de objetivos. Podría ser algo así cojo un centro cultural aragonés o "embajada" aragonesa en Barcelona.
Saludos y muy agradecido por tu aportación.
Corrección:
Eliminar"Como" (en lugar de "cojo") Perdón
Está ocurriendo con todos los centros del mismo estilo, por ejemplo los centros gallegos agonizan sin remisión.
ResponderEliminarCreo que la juventud los abandona sin remedio.
Un abrazo
No es que los abandone, es que no llega a incorporarse...
EliminarUn abrazo