Sara Bianchi, de 27 años, es una de estas jóvenes que
Lacuesta quiere atraer a Teruel. Licenciada en Ciencias Políticas, esta
italiana de Massa Marittima, en la Toscana, conoció a su pareja, un turolense,
durante un Erasmus en Polonia. Él es maestro de escuela rural y ella imparte
clases en la escuela de idiomas, pero sobre todo es la coordinadora del lobby Áreas
Escasamente Pobladas del Sur de Europa (SSPA, por sus siglas en inglés).
En Urrea de Gaén se celebra el FestiFal, un certamen
especializado en cortometrajes de temática rural-
Bianchi valora poder salir de casa y perderse en una
naturaleza sin presencia humana, o disfrutar del patrimonio mudéjar, como la
catedral de Santa María de Mediavilla, a escasos 20 metros de su despacho en la
sede local de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).
La misión de Bianchi como coordinadora de la SSPA también es vender a su
cliente: la SSPA reúne a asociaciones de empresarios y Administraciones de
cinco provincias del sur de la UE con menos de 12,5 habitantes por kilómetro
cuadrado: Soria, Teruel, Cuenca, Lika-Senj (Croacia) y Euritania (Grecia). La
SSPA ejerce presión sobre las instituciones nacionales y comunitarias. Su
coordinadora enumera algunas de las propuestas por las que presionan, como la
reducción de las cuotas de la Seguridad Social en zonas despobladas o la
creación, siguiendo el ejemplo de Escocia, de una agencia especial que ofrezca
servicios en el entorno rural como la gestión de burocracia para autónomos.
Bianchi subraya que las nuevas tecnologías son fundamentales
para activar los núcleos rurales y ofrece un ejemplo de su trabajo: ella
realiza videoconferencias de manera regular con técnicos de la Comisión Europea
en Bruselas, pero en cambio no lo puede hacer con los funcionarios del
Ministerio de Agricultura en Madrid porque no hay costumbre para ello, por lo
que siempre acaba teniendo que desplazarse a la capital.
La coordinadora de la SSPA tiene claro que cualquier
plan para revertir la depresión demográfica de un municipio pasa por establecer
ventajas económicas y dotar al lugar de los servicios públicos necesarios. El
paradigma de lo que no debe hacerse, según Bianchi, ha sido el proyecto de
repoblación en Aguaviva. Este pueblo turolense se hizo célebre por intentar
aumentar el censo financiando la llegada de familias extranjeras que, apunta
Bianchi, finalmente no se han asentado a los niveles que se preveía por la
falta de empleo y servicios.
'El sueño', obra del artista Juan Barragán en la vía
férrea a su paso por Alfambra. EDUARDO NAVE | JUAN MILLÁS
El cine que levantaron los vecinos
“La repoblación no se consigue a golpe de talonario”,
dice José Ángel Guimerá. Él lo sabe por experiencia propia. Este director de
cine nacido en Castelnou realizó en 2011 el documental La caravana de niños.
El Ayuntamiento de este pueblo turolense de 160 habitantes atrajo a una
treintena de familias del resto de España y del extranjero. Guimerá resume que
la presencia en el término de Castelnou de una central de ciclo combinado
aporta suculentos ingresos al Consistorio y que con este dinero se intentó
subsidiar la llegada masiva de nuevos vecinos. “Se quiso hacer a lo loco, y al
no haber suficientes opciones de conseguir empleo, la mayoría marcharon o
acabaron pidiendo ayuda a Cáritas”.
Guimerá y sus compañeros del Centro de Estudios del
Bajo Martín organizaron este diciembre la VI edición del FestiFal,
especializado en cortometrajes de temática rural. Fueron 12 cortos de cinco
países que se proyectaron en el cine de Urrea de Gaén. Los vecinos construyeron
en 1968, con sus propias manos, lo que hoy es la sala de actos de un pueblo de
436 habitantes, casi la mitad de los que había en 1980, cuando nació Silvia
Blasco. Ella es una de las organizadoras del FestiFal y vecina de Urrea. Dice
que solo 4 de los 12 componentes de su cuadrilla de juventud siguen residiendo
en la villa. Blasco estudió en Zaragoza y se especializó en pedagogía
terapéutica. Hoy es maestra en un centro de educación especial en Andorra. “Mi
padre era campesino, y mi madre, ama de casa. Hicieron un gran esfuerzo para
que mi hermana y yo viviéramos aquí”, dice Blasco: “Cada vez que una pareja se
instala en el pueblo es una gran noticia”, apunta esta maestra. Guimerá cree
que cada pequeño paso es un triunfo en Teruel, sea la sala llena de gente de la
comarca o los dos empleos que pueda crear el nuevo campo fotovoltaico que se ha
levantado en Castelnou.
Activismo entre fósiles y rocas
Julia Escorihuela afirma que sería un gran avance
poder ampliar la plantilla del parque geológico de Aliaga con dos puestos de
trabajo. “Que se instalen dos familias es un logro”, dice esta mujer de 60
años, gerente del parque y bibliotecaria del pueblo. Aliaga era un municipio
minero que a partir del desmantelamiento de la industria del carbón ha pasado
de los más de 2.000 habitantes de 1950 a los 360 de hoy. Escorihuela recibe al
periodista en la biblioteca, el antiguo horno de pan de Aliaga. Escorihuela ha
hecho de la educación su razón de vida, motivada por su experiencia en la
infancia. Hija de labriegos, vivía en una masía aislada y cada día, para ir a
la escuela, andaba cinco kilómetros de ida y otros cinco de vuelta. Un suceso
cotidiano marcó su futuro: a Escorihuela le gustaba leer, pero la bibliotecaria
no le prestaba libros porque vivía en el campo y no se fiaba de que los fuera a
devolver. En 1989 fue nombrada bibliotecaria del pueblo, y en 2001, gerente y
guía del parque geológico. Antes se formó a distancia, o desplazándose a otros
municipios de Teruel —de Aliaga solo llega y sale un autobús de línea al día—,
para obtener un grado de formación profesional en Turismo, además de cursos de
guía, de geología y de gestión del territorio.