miércoles, 8 de enero de 2020

La rebelión de la España vacía (III)



Los entrevistados coinciden en querer superar el catastrofismo: “Si nosotros mismos lo vendemos todo como negativo, nadie va a venir”, afirma Raquel Sodric. Ella y su marido, Javier García, se mudaron a Castelserás en 2014 procedentes de Gavà (Barcelona). La crisis económica les dejó en el paro y decidieron probar suerte en el pueblo de donde proceden los padres de Sodric y donde veraneaba la familia de García. Buscaban también un entorno rural para criar a sus hijas. Crearon Dinamo, una consultoría de marketing digital que hoy cuenta con una docena de clientes. “Posiblemente tenemos menos opciones de conseguir clientes, pero también menos competencia”, dice García.

Castelserás ha recibido la atención de los medios de comunicación por la concentración de empresas vincu­ladas al comercio online: son seis compañías, según García, en un municipio de 830 habitantes —hace un siglo eran 2.140—. García, militante socialista —su abuelo fue uno de los fundadores del PSC en Gavà—, fue alcalde de Castelserás entre 2015 y 2019. De su experiencia como edil extrae varias lecciones: una es que el empoderamiento de la mujer es fundamental para estabilizar la población; la otra, que hay que exprimir el ingenio. García pone ejemplos de cómo han intentado llamar la atención sobre el pueblo: en 2016 clavaron una espada en una roca a orillas del río Guadalope, una pieza que vende por Internet la compañía local Aceros de Hispania. La performance simulaba la leyenda del rey Arturo, y García, como alcalde, anunció a los medios que retaba a los candidatos en las elecciones generales de aquel año a arrancar la espada. El montaje apareció en decenas de periódicos y agencias.

El ingenio también ha llevado a Castelserás una forma diferente de transmitir los bandos y edictos municipales: a través de WhatsApp. Cada vecino empadronado recibe al instante los comunicados oficiales del Consistorio

“La proximidad con las Administraciones, la relación directa, hace de Teruel un buen lugar para experimentar”, asegura Raquel Lacuesta. Esta turolense de 43 años es ingeniera informática y profesora de la Escuela Universitaria Politécnica de Teruel, un centro de la Universidad de Zaragoza (UZ) con 200 alumnos. Lacuesta ha sido noticia en 2019 por desarrollar junto a su colega Iván García, de la Complutense de Madrid, y junto al doctorando Franks González-Landero un armario que permite monitorizar la pérdida de memoria en personas mayores. En su desarrollo también participa la Universidad de Harvard y el Hospital General de Massachusetts.

La ingeniera ha desarrollado aplicaciones para el seguimiento de afectados de cáncer del hospital de Teruel Obispo Polanco y para pacientes con trasplante de hígado en el clínico Lozano Blesa de Zaragoza. El próximo proyecto es probar en una residencia de Teruel una aplicación de móvil, similar al Pokémon Go, que permite a los ancianos ejercitar la mente y el cuerpo a partir de objetos del pasado. Lacuesta lamenta que la UZ esté ampliando líneas de ingeniería en Zaragoza y no en Teruel: “Deberían impulsarse medidas para que vengan jóvenes a la provincia. Es la manera de que se abran nuevas oportunidades”.

De la Toscana al mudéjar

Sara Bianchi, de 27 años, es una de estas jóvenes que Lacuesta quiere atraer a Teruel. Licenciada en Ciencias Políticas, esta italiana de Massa Marittima, en la Toscana, conoció a su pareja, un turolense, durante un Erasmus en Polonia. Él es maestro de escuela rural y ella imparte clases en la escuela de idiomas, pero sobre todo es la coordinadora del lobby Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa (SSPA, por sus siglas en inglés).

En Urrea de Gaén se celebra el FestiFal, un certamen especializado en cortometrajes de temática rural-

Bianchi valora poder salir de casa y perderse en una naturaleza sin presencia humana, o disfrutar del patrimonio mudéjar, como la catedral de Santa María de Mediavilla, a escasos 20 metros de su despacho en la sede local de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). La misión de Bianchi como coordinadora de la SSPA también es vender a su cliente: la SSPA reúne a asociaciones de empresarios y Administraciones de cinco provincias del sur de la UE con menos de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado: Soria, Teruel, Cuenca, Lika-Senj (Croacia) y Euritania (Grecia). La SSPA ejerce presión sobre las instituciones nacionales y comunitarias. Su coordinadora enumera algunas de las propuestas por las que presionan, como la reducción de las cuotas de la Seguridad Social en zonas despobladas o la creación, siguiendo el ejemplo de Escocia, de una agencia especial que ofrezca servicios en el entorno rural como la gestión de burocracia para autónomos.

Bianchi subraya que las nuevas tecnologías son fundamentales para activar los núcleos rurales y ofrece un ejemplo de su trabajo: ella realiza videoconferencias de manera regular con técnicos de la Comisión Europea en Bruselas, pero en cambio no lo puede hacer con los funcionarios del Ministerio de Agricultura en Madrid porque no hay costumbre para ello, por lo que siempre acaba teniendo que desplazarse a la capital.

La coordinadora de la SSPA tiene claro que cualquier plan para revertir la depresión demográfica de un municipio pasa por establecer ventajas económicas y dotar al lugar de los servicios públicos necesarios. El paradigma de lo que no debe hacerse, según Bianchi, ha sido el proyecto de repoblación en Aguaviva. Este pueblo turolense se hizo célebre por intentar aumentar el censo financiando la llegada de familias extranjeras que, apunta Bianchi, finalmente no se han asentado a los niveles que se preveía por la falta de empleo y servicios.

'El sueño', obra del artista Juan Barragán en la vía férrea a su paso por Alfambra. EDUARDO NAVE | JUAN MILLÁS

El cine que levantaron los vecinos

“La repoblación no se consigue a golpe de talonario”, dice José Ángel Guimerá. Él lo sabe por experiencia propia. Este director de cine nacido en Castelnou realizó en 2011 el documental La caravana de niños. El Ayuntamiento de este pueblo turolense de 160 habitantes atrajo a una treintena de familias del resto de España y del extranjero. Guimerá resume que la presencia en el término de Castelnou de una central de ciclo combinado aporta suculentos ingresos al Consistorio y que con este dinero se intentó subsidiar la llegada masiva de nuevos vecinos. “Se quiso hacer a lo loco, y al no haber suficientes opciones de conseguir empleo, la mayoría marcharon o acabaron pidiendo ayuda a Cáritas”.

Guimerá y sus compañeros del Centro de Estudios del Bajo Martín organizaron este diciembre la VI edición del FestiFal, especializado en cortometrajes de temática rural. Fueron 12 cortos de cinco países que se proyectaron en el cine de Urrea de Gaén. Los vecinos construyeron en 1968, con sus propias manos, lo que hoy es la sala de actos de un pueblo de 436 habitantes, casi la mitad de los que había en 1980, cuando nació Silvia Blasco. Ella es una de las organizadoras del FestiFal y vecina de Urrea. Dice que solo 4 de los 12 componentes de su cuadrilla de juventud siguen residiendo en la villa. Blasco estudió en Zaragoza y se especializó en pedagogía terapéutica. Hoy es maestra en un centro de educación especial en Andorra. “Mi padre era campesino, y mi madre, ama de casa. Hicieron un gran esfuerzo para que mi hermana y yo viviéramos aquí”, dice Blasco: “Cada vez que una pareja se instala en el pueblo es una gran noticia”, apunta esta maestra. Guimerá cree que cada pequeño paso es un triunfo en Teruel, sea la sala llena de gente de la comarca o los dos empleos que pueda crear el nuevo campo fotovoltaico que se ha levantado en Castelnou.

Activismo entre fósiles y rocas

Julia Escorihuela afirma que sería un gran avance poder ampliar la plantilla del parque geológico de Aliaga con dos puestos de trabajo. “Que se instalen dos familias es un logro”, dice esta mujer de 60 años, gerente del parque y bibliotecaria del pueblo. Aliaga era un municipio minero que a partir del desmantelamiento de la industria del carbón ha pasado de los más de 2.000 habitantes de 1950 a los 360 de hoy. Escorihuela recibe al periodista en la biblioteca, el antiguo horno de pan de Aliaga. Escorihuela ha hecho de la educación su razón de vida, motivada por su experiencia en la infancia. Hija de labriegos, vivía en una masía aislada y cada día, para ir a la escuela, andaba cinco kilómetros de ida y otros cinco de vuelta. Un suceso cotidiano marcó su futuro: a Escorihuela le gustaba leer, pero la bibliotecaria no le prestaba libros porque vivía en el campo y no se fiaba de que los fuera a devolver. En 1989 fue nombrada bibliotecaria del pueblo, y en 2001, gerente y guía del parque geológico. Antes se formó a distancia, o desplazándose a otros municipios de Teruel —de Aliaga solo llega y sale un autobús de línea al día—, para obtener un grado de formación profesional en Turismo, además de cursos de guía, de geología y de gestión del territorio.



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