viernes, 22 de diciembre de 2023

EL CASTILLO DE ALIAGA (2)


En el fuero también se establecía la entrega al comendador de un quinto de los ganados capturados en las razias lanzadas contra territorio enemigo; y se incluían disposiciones relacionadas con los vecinos de la población que fueran capturados por los sarracenos, así como sanciones para los que no acudieran cuando fueran llamados a las armas.

Este primer núcleo de población debía situarse dentro del recinto exterior del castillo. lugar en el que también se hallaba la primitiva iglesia. En el siglo XV, la villa se extendió fuera del recinto, trasladándose  igualmente la parroquial, dedicada a San Juan; no obstante en el siglo XVI aún había una capilla en el castillo, bajo la advocación de Santa María.

Fue probablemente a principios del siglo XIII, cuando el castillo de Aliaga fue objeto de una importante remodelación, convirtiéndose en una fortaleza de carácter conventual, a semejanza de otras similares existentes en tierras turolenses, bajo el dominio de otras órdenes militares.

Durante la Guerra de los Dos Pedros, el castillo fue puesto en estado de defensa, aunque finalmente no fue atacado, al situarse muy a retaguardia de la línea de frente. Sí que lo sería un siglo después, por los soldados castellanos del duque de Híjar (1462), partidario del  Príncipe de Viena en su enfrentamiento contra Juan II. No obstante, la permanencia de las fuerzas de ocupación en la fortaleza fue corta, al evacuarla al año siguiente; pero el de Híjar acabó reconciliándose con el monarca y este le otorgó (con el consentimiento del prior sanjuanista) el título de conde de Aliaga. En 1487 Fernando el Católico lo elevó a rango de ducado, título que ha perdurado durante más de cinco siglos. En la actualidad lo ostenta Luis Martínez de Irujo (hijo de la duquesa de Alba), XIX duque de Aliaga.

Pese a ello, el castillo permaneció bajo el dominio sanjuanista. Todavía en 1535, mantenía un arsenal con 22 picas, 24 lanzas, 12 paveses, 6 escopetas, 8 ballestas de acero y 3 de madera.

Tras varios siglos de inactividad militar, el castillo recuperó protagonismo en el siglo XIX. Tras sus muros se atrincheró un contingente carlista al mando de Francisco Macarulla. El general liberal O´Donell puso sitio a la plaza en abril de 1840, bombardeándola con un tren de artillería compuesto por veinte piezas. La resistencia de la guarnición fue llevada hasta el final, consiguiendo una capitulación con honores. Pero el peaje a pagar fue la ruina de la fortaleza.

Hoy en día, sus construcciones se encuentran ocultas por niveles de escombros de varios metros de espesor, pese a lo cual es posible hacerse una idea de su organización espacial. Con una superficie próxima a los 4.000 m2, el castillo se encuentra coronado por un importante peñasco de más de 30 m. de altura, en el que se asentó la torre del homenaje. A su amparo, en los flancos occidental y meridional, se dispusieron una serie de edificios y recintos concéntricos.

Buena parte del recinto exterior resulta visible hoy en día. Destaca una quincena de torres cilíndricas, de unos tres metros de diámetro, por delante de las cuales se sitúa un foso. La densidad de este tipo de estructuras en el flanco noroccidental no tiene parangón en ninguna otra fortaleza o recinto turolense.

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